Con la expulsión de una policía venezolana, que se hizo pasar por desertora, se confirma el temor de las autoridades nacionales.
Este viernes será expulsada de Colombia una policía venezolana que hace pocos días ingresó por la frontera y tras entregarse a las autoridades afirmó que estaba desertando del régimen de Nicolás Maduro. La razón: es considerada una espía.
Ella hace parte de los 567 militares y policías que a lo largo de las últimas semanas han abandonado las filas de las fuerzas armadas de Venezuela y han llegado a territorio colombiano buscando asilo. Hace pocos días SEMANA reveló el contenido de un informe que reflejaba la preocupación de las agencias de inteligencia nacionales sobre la entrada de espías y agentes encubiertos enviados por el régimen de Maduro, bajo la fachada de ser parte del grupo de desertores. Este caso de la mujer policía es la primera confirmación de esa situación.
La uniformada “fue retenida luego de que Migración Colombia, en un trabajo coordinado con el Ejército Nacional, evidenciara una serie de inconsistencias en las declaraciones por parte de la extranjera, quien manifestaba estar huyendo de la dictadura de Nicolás Maduro”, afirmó un comunicado de Migración Colombia. “Se pudo evidenciar que su interés era muy diferente al que manifestaba y que, por el contrario, representaba un riesgo para la seguridad nacional y la de sus connacionales”, dice la entidad al referirse al caso de esta mujer de 28 años.
Si bien las autoridades nacionales no utilizan la palabra espía para referirse al caso, lo cierto del caso es que la uniformada fue retenida la noche del jueves y hoy será expulsada del país por considerarla un peligro para la seguridad nacional.
La llegada de estos hombres y mujeres que decidieron darle la espalda al régimen de Maduro empezó como un gota a gota desde el pasado sábado 23 de febrero en medio de los altercados que se dieron en la frontera en medio del fallido intento por ingresar ayuda humanitaria a Venezuela.
Norte de Santander, Arauca y La Guajira son los principales puntos de entrada al país de estos uniformados venezolanos. A esta cifra se suman otros más que decidieron huir hacia Brasil.
Los dramáticos testimonios de la mayoría de estos militares coinciden en señalar las difíciles condiciones de falta de alimento que se viven dentro de los cuarteles, al igual que en el resto del país. Muchos de ellos arriesgaron sus vidas al cruzar por las trochas con sus hijos. Los casos de varias mujeres que pertenecían a la Guardia Nacional Bolivariana atravesando con sus niños de pocos años han conmovido a la opinión.
Una vez cruzan la frontera y se entregan a las autoridades colombianas, estos militares comienzan un proceso de regularización de su situación ante Migración Colombia. La entidad les entrega unos permisos especiales para que puedan permanecer unos días en territorio nacional mientras adelantan todos los trámites correspondientes para la solicitud de asilo político, que es lo que pretenden la mayoría de estos militares. Con esto regularizarían su estadía en el país, con lo cual podrían acceder a servicios de salud y buscar empleos.
Si bien el Gobierno ha dispuesto un completo andamiaje para apoyar a estos militares y policías que decidieron huir, también hay motivos serios de preocupación, especialmente entre las agencias de inteligencia colombianas.
La razón es simple. Aunque es claro que la mayoría de estos uniformados que han desertado lo hicieron por razones legítimas y fue una decisión autónoma, individual y consciente. Sin embargo existían sospechas de que dentro del numeroso grupo de militares y policías podían llegar algunos espías o infiltrados de los servicios de seguridad del régimen venezolano.
Varios oficiales y analistas de inteligencia nacionales y extranjeros coincidían en señalar que esta era una posibilidad muy alta. Este tipo de situaciones son apropiadas para efectuar tareas de inteligencia y contrainteligencia. “Usted mete un lobo en un rebaño de ovejas y puede pasar desapercibido”, explicó a SEMANA uno de estos agentes de inteligencia.
Con este símil pretendía decir que hay información confiable la cual señala que algunos de los que han llegado como desertores realmente vienen como parte de una o varias misiones. En primer lugar, con el fin de verificar y recolectar toda la información posible sobre aquellos que han abandonado las filas en el vecino país. Datos sobre sus familias y sus ubicaciones en Colombia, entre otros.
No menos grave, según los informes de inteligencia conocidos por SEMANA, es la inquietud que existe en el sentido que bajo la cubierta de ser desertores que buscaron refugio, puedan desarrollar actividades de recolección de información estratégica de Colombia para los servicios y Fuerzas Armadas venezolanas. En los últimos meses las autoridades colombianas han descubierto a varios espías del Servicio de Inteligencia Bolivariano (Sebin), una especie de KGB de Maduro.
Aunque es claro que la gran mayoría de los desertores son reales, y así lo afirman las propias agencias colombianas, es indudable que allí también llegaron algunos con otras intenciones non sanctas.
Otras de las inquietudes que plantea el informe de inteligencia al que tuvo acceso tienen que ver con el hecho de la vulnerabilidad de muchos de estos militares que han llegado. Esto, en términos simples, quiere decir que existe preocupación porque estos hombres, con experiencia en el uso de armas y tácticas de guerra, puedan terminar reclutados por las bandas criminales colombianas. O, incluso, formado sus propias agrupaciones. Todo esto frente a la falta de oportunidades de empleo.
Por ello, afirma el documento, es de gran importancia para el Gobierno colombiano aumentar los controles de inteligencia y contrainteligencia para realizar filtros que permitan determinar a ciencia cierta cuál realmente son desertores y cuáles espías. Básicamente separar los lobos de las ovejas.